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Cuando finalmente me decidí a iniciar este blog tuve claro que su primera entrada tendría que ser sobre una película especial para mí, una de esas que te hacen amar el cine. “Up» entra dentro de esta categoría personal, por circunstancias propias muy particulares.

Esta película la he visto hasta ahora tres veces: una cuando se estrenó, y en 3D, en los cines en 2009, y ya entonces me pareció una Obra Maestra, no ya de la animación, sino del Cine en general; otra hace cerca de dos años, cuando hacía pocos meses que había muerto mi padre, y no me avergüenza reconocer que entonces me emocionó hasta el punto de hacerme llorar, una reacción que en principio se podría atribuir a haberla visto una de esas tardes de bajón; y una tercera vez esta misma semana, produciéndome el mismo efecto. ¿Por qué este impacto emocional tan intenso? Ya han pasado más de 2 años desde mi pérdida, la nostalgia y el dolor, aunque que nunca desaparecerán del todo, ya no es algo con lo que viva diariamente. Pues por qué » Up», como el resto de películas de Pixar, no sólo va dirigida a los niños, sino también a los adultos, muy especialmente esta. A los niños les encantará, los maravillará, hará volar su imaginación; pero sólo los adultos con un cierto bagaje vital de renuncias pequeñas y grandes y, sobre todo, de dolorosas pérdidas de seres queridos, son los que, por suerte, le podrán encontrar su sentido más completo: su mensaje va dirigido a ellos, no a los niños.

La sinopsis es simple, en apariencia: Carl Fredicksen, un viejo vendedor de globos que recientemente se ha quedado viudo, amargado y resentido con el mundo, decide en un último acto de amor a su mujer, a la que conocía desde que eran niños, cumplir su primer sueño de aventuras de la infancia: llevar su casa, donde se conocieron y han vivido toda la vida, hasta las Cataratas Paraíso, una » tierra perdida en el tiempo» en Sudamérica, siguiendo los pasos de su ídolo de la infancia, el aventurero Charles Muntz, y para ello utilizará sus globos. En esta aventura se verá acompañado accidentalmente por Russell, un niño lleno de ingenuidad y optimismo.

Pero detrás de la simplicidad, Pixar siempre esconde una gran complejidad. La primera parte de la película maravilla al espectador con un homenaje al cine mudo, la forma más pura y esencial del cine: narrar sólo con imágenes, con recursos visuales, casi sin diálogo, con un inicio homenajeando el cine en blanco y negro, esto llega a su máxima expresión cuando, en menos de 4 minutos, narra y resume magistralmente toda una vida en pareja, mostrando las alegrías y las tristezas, los buenos momentos y las inevitables renuncias que va imponiendo la vida, y en estos 4 minutos ni una sola palabra, sólo una lección de expresividad narrativa utilizando los recursos visuales, las multiescalas, los encuadres, los movimientos de cámara, las transiciones y las elipsis, todo sólo acompañado de un uso magistral de la música, que se debería impartir obligatoriamente en las escuelas de cine. Una maravilla, una declaración de amor al cine de antes, como lo fue la anterior y también magistral » Wall -E”.

Pero si bien estos minutos representan en sí mismos un momento excepcional, mágico, que ya quedará en la memoria colectiva, esconden en su interior el sentido último y más profundo de la historia, un sentido fuertemente humanista que encuentra su correspondencia en la parte final de la película, donde se desvela totalmente su significado: la verdadera aventura, la más épica, la que realmente vale la pena (y está al alcance de todos) es la épica cotidiana de cualquier persona, las pequeñas, y a veces imperceptibles, alegrías del día a día. Como dice Russell, «las cosas que más recuerdo son las cosas más aburridas», y es cierto, los detalles aparentemente más nimios e intrascendentes son las cosas que acabas recordando más cuando piensas en la persona ausente. Por tanto, aunque el film parezca partirse en dos mitades bien diferenciadas, con una primera parte más dada a la poética visual y el lirismo, y una segunda más dada a la aventura pura (no hay que olvidar que también se ha de contentar al público infantil), siendo, eso sí, un portento técnico visual y narrativo, la película conforma un todo armónico y coherente gracias a la manera como se desvela su mensaje y sentido auténtico. Sin la épica y la aventura de la segunda parte, no se entiende completamente el sentido de la primera parte, y viceversa: la primera parte llena de trascendencia y profundidad a la segunda.

El film está cuidado hasta en los más pequeños detalles visuales, desde el uso del atrezzo, los pequeños detalles de comportamiento, el uso del fuera de campo y los movimientos de cámara para acentuar la tensión y los momentos humorísticos, hasta el diseño de personajes: Carl, una genial mezcla de Spencer Tracy y Walter Matthau, y Muntz, que recuerda enormemente a Kirk Douglas, hechos con líneas angulares, con bordes pronunciados y bruscos, acentuados por su amargura vital, contrastan con el diseño de formas redondeadas del todavía ingenuo y optimista Rusell. El 3D, para variar, también se usa de forma soberbia, y para lo que debería utilizarse: al servicio de la historia, dotando de mayor profundidad de campo, ampliando los recursos visuales, como un elemento narrativo más. Es curioso como los filmes de animación son los que suelen conseguir un mejor uso de la tecnología 3D, tal vez porque al estar liberados de la carga de un supuesto realismo, se pueden concentrar en utilizar estos recursos para simplemente narrar. El uso de la música también es soberbio: con unos pocos temas que se usan en los momentos precisos consigue acentuar los momentos más emotivos. Las referencias literarias y cinéfilas también son continuas: desde Verne hasta » El mundo perdido» de Conan Doyle, desde Chaplin y Keaton hasta Miyazaki, pasando por » Lo que el viento se llevó», «Indiana Jones» y «Star Wars».

Como ya he dicho , la película está cargada de poética visual , de metáforas maravillosas de un profundo humanismo, como la del viejo Carl, primero arrastrando literalmente su casa, el peso de todo su pasado, atado a ella, desesperado por intentar alcanzar, y quizás recuperar, el tiempo, para él perdido; y en contraposición la escena donde vacía toda la casa, tirando todos los muebles a los que antes se aferraba para poder despegar, liberado de ese peso, y poder volar de nuevo, buscando una nueva aventura, que encuentra su remate final en la escena donde deja atrás a la propia casa en sí, dejando que se desvanezca entre las nubes para que acabe descansando donde, de hecho, ha sido siempre todo pasado: en una tierra perdida en el tiempo. Girar demasiado la vista atrás y aferrarse al pasado para intentar volver a él es un esfuerzo inútil: sólo se puede vivir el presente y mirar hacia delante para poder vivir la aventura más grande, la de la vida.

Esta primera entrada te la dedico, Papá. Siempre me dijiste que se me daba bien escribir y me animaste a publicarlo de alguna manera. Espero que desde donde estés ahora te guste. Te quiero.